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5/08/2016

XXXV: Cronoscopia

     Ampárame, tú qué has visto cómo los arcoíris se derriten, cómo los hombres cantan sus canciones de guerra, cómo el filo corta y Dios ahoga. Rebélate y ampárame, tú que sanas, tú que anestesias, tú que haces olvidar y no olvidas, tú, dulce rosa perenne, tú, esclavo del reloj y del dinero, tú.
     Levanté una mañana vestido de trapo, y no supe dar más de dos pasos sin tropezar. El lodo negro me llegaba hasta las rodillas y la pureza de la noche reclamaba mi alma como suya. Mi piel olía a un viento falso de flores atadas con cordel y sonrisas vacías.
     Grité que no, y me asfixié. Lianas grises y secas oprimieron mi cuerpo hasta un antiéxtasis, un contraorgasmo de gritos y miseria que brotó en mi piel hasta romperme el corazón.
    Y entonces me volví de arena, dejando rastros en todos los cuerpos y mentes que tocaban, y deshaciéndome un poco cada vez. Y como la soledad es buena compañera en la vejez, yo, que soy joven, pequé de filantropía.
     Ahora que el calor entrópico me hace cristalizar, y no puedo evitar clavarme sobre mí mismo y aguardar las sorpresas que tu cuerpo me oculta. Pero tú, que has catado las noches más claras y los días más negros, lo sabes bien: los muertos no sangran.

4/06/2016

XXXIII: Carta a mis demonios y cieno metapoetico

     Critico almas sin dueño. Escribo poemas que saben a angustia, a hiel, a óxido. Muero por las noches que duermo abrazado a un recuerdo. Vivo por los días no vividos.
     Saco mis horas más trágicas. Fuera pantalones. El climax llega, mis brasas exhalan suspiros granate, lenguas fugaces que lamen un rostro encarnado que nunca llegó a pertenecerme del todo.       Y esas almas que me rebosan y te rebasan también arden, y el sudor a vuelapluma no logra catarlas de nuevo.
     Te miras a un espejo, y no ves nada. Lo rompes y te reconoces. ¿Qué ansias, monstruo de papel? Hablas de sangre y  cadenas, de lucha, sentimientos. Deja que el grito de tus entrañas sea el que haga mella.
     ¿Pides respeto? Cómpralo. Al mejor postor. Que se quede el cambio. Tu ya tienes tu chute de endorfinas y ego frío. ¿No te sigue sabiendo la boca a angustia, a hiel, a óxido?
     Follas. Satisfaces ese instinto primario que martillea en tu cabeza (y en otros recónditos lugares) al son de unos latidos que nunca fueron tuyos. Llegas al orgasmo, o no, has cumplido tu tarea. A otro con la puta fisiología.
     Y reclamas, reclamas poemas, y abrazos, y amor, y luces de colores brillando en el árbol, y ese dulce futuro al que aspiras. Pero el problema de ser igual por dentro y por fuera es que la rabia contenida no explota: se filtra. Y se filtra en los papeles, y en las palabras, y en los trazos imperfectos, y sobre todo en esos ojos vidriosos, muertos, negros.
     Temo tu voz. La temo cuando me asomo a tu mirada y veo residuos de la tristeza. La temo cuando me aferro a tus estigmas y ellos se derrumban sin compasión. Tarde o temprano todos morimos. Y, la verdad, la autodestrucción es mi forma de arte favorita. 

3/19/2016

XXXIV: Ciudad (cómo abandonarla sin generar caos)

     Una joven espera en la parada del autobús. Esta noche nadie vendrá a por ella.
      Su abrigo calado hasta la saciedad aún chorrea, aunque la lluvia pasó hace tiempo. Una farola tililante no es capaz de matar la oscuridad que la envuelve, porque quizá la genere ella. Sus gafas empañadas constituyen testigo mudo de las luces de los coches, que avanzan en tropel por la carretera, sin rumbo. Entre la marabunta, quizá algún desconocido se apiade de ella y la invite a pasar la noche. Pero ella lo rechazará (con el corazón roto el frío no duele).
     Un joven es apuñalado en un callejón. La muerte se relame en los tejados.
     En los adoquines humedos se crean ríos rojos que nunca llegarán al mar. Él llora con el cielo. Se arrepiente de no haber amado más, de que nadie le sostenga la mano esta noche. ¿Qué iluso echará de menos a un alma afligida? Un gato satisfecho termina una raspa de pescado en los contenedores, su estilizada figura crea una sombra sobre él. Pero sus ojos ya están cerrados (aunque su mente pida auxilio).
      Ella llora; él grita (confrontación inerte). Nunca se conocieron, nunca se conocerán. Y sin embargo, cuando el alba los encuentre en las calles, cadáver en vida ella, emoción en muerte él, el sol mismo se compadecerá y los arropará con su luz. Mañana nadie los recordará. Las calles serán su hogar. De nada sirve que llueva sobre mojado.

2/25/2016

CATARSIS: Tú, humano, y mis noches de gritos. Parte II

     Siete noches. Así empieza la deliciosa cuenta regresiva que cierra los ojos de aquellos infelices incapaces de alcanzar la luna con su voluntad. Tus ojos (podridos de sociedad) .
      Siete noches y siete días. Poco a poco caemos en una espiral de arañazos y besos que robamos de los deseos del otro. Nos tumbamos en la ladera de la montaña y esperamos a una explosión sublime que te mueva a dejar atrás la tranquilidad y la cordura. Extraño los espejos que reflejaban tu rostro, y esos arcoíris cenicientos que unían tu destino con el mío.
      Está despuntado el alba y con ella, la ansiedad toma las riendas de mis pupilas. Ya sólo veo al monstruo de debajo de la cama intentando alcanzarme, besarme, tocarme, hacer de mí todo lo que, en el fondo, siempre soñó con hacer y nunca pudo. Pasaré siete noches durmiendo.
      Sigo tumbado en la ladera de la montaña, y veo una nube con forma de monotonía sobre mí, y su sombra me tapa. Los monstruos se tumban a mi lado y hacen el amor, y yo ni siquiera los miro. El alba sigue despuntado. Yo sigo esperando a que algo explote.

Siete días. Dios creó el mundo en siete días. ¿Y las siete noches? Se emborrachó, se folló a su creación, emanó, y los divinos cafés con sal sirvieron de poco. No es que a dios no le importes, cielo: es que tiene resaca.

2/20/2016

XXXII: Relatos vívidos de Átropos

    La ceguera protege del hambre. Cuando acaricias ese torso desnudo piensas en Dios, y en la perfección de su obra, y tus huecos se llenan de la luz liviana del mediodía. Pero a todos nos cae la noche, y la oscuridad pesa, y pesa, y pesa. Ya no te mueves, ya no respiras, acechas a tu presa. Tu Dios está entubado y es objeto de disección.
     La sala blanca gira en torno a mí y las alarmas no saltan. No hay más alarmas. Oigo un ruido de cadenas rotas, la libertad nunca supo tan amarga. El miedo reemplaza al aire, ¿acaso me gusta enfrentarme a ti? Te llevaste mi emoción hace tiempo.
     A Dios se le ha roto el pecho. Ya no hace tic tac. Tú te masturbas con la bizarra escena, y llegas a un extasis rojo de lágrimas. La culpa y las compasión nunca fueron tus aliadas. Dios te bendiga, Dios ya no existe.
     El grito se ahoga siquiera en mi mente porque el auxilio nunca llega. Las estrellas se estrellan, y en el suelo quedan excrementos, irá, conmiseración. Liberarte, ¿cómo? Si ni siquiera sé mirarte a los ojos. Enséñame a sentir.
     Ahí te quedes, en tu pozo inmisericorde, furcia, fulana, ramera. A todos te follas, a todos satisfaces por igual (y ninguno recuerda nunca pasar por tus piernas). ¿Dónde está esa luz liviana? La noche se derrite y ya nunca amanecerá. Deus ex machina.

2/11/2016

XXXI: Mar (helado) dentro de un vaso de Ginebra

      En tus ojos azules ya solo veo el reflejo del mundo.
Inspira.
      Las paredes de latón echan un vistazo a la inercial quietud inerte.
                                                                Espira.
      La explosión mueve cadenas, nadie habla, todos corren.
Inspira.
       El humo baila sobre nuestras cabezas, vicisitud impuesta.
                                                                Espira.
     El verde es ficticio, el oxígeno escapa a nuestras posibilidades.
Inspira.
      Escaparates insinuantes te abren sus piernas, embiste.
                                                                Espira.
      Sacas la cartera, pones el alma en la mesa, transacción finalizada.
Inspira.
     Las torres acarician a Dios, y tú sobre ellas te sientes vacía.
                                                                Espira.
     Dios se derrumba y los ladrillos permanecen (miras y no ves).
Inspira.
       Te pierdes en la inmensidad, eres libre y nadie te conoce.
                                                               Expira.
      El hedor putrefacto te embarga, te llena, y te rindes a ello.

                           ¿Cómo morir
                     si ya estoy muerto?

2/02/2016

XXX: Historia del amor asintótico

    Me despiertan, a mí, bosque, entre orgasmos de otros, ya nunca entre los míos. Me despiertan sabiendo que la mañana blanda como la mantequilla es mi cenit, y después las ramas cenicientas taparán la luz. Y sobre mi piel, tierra, el tacto del polvo, de la luna, de esos besos mal pronunciados, del espejo que sólo te refleja a ti, de la sangre de todos a los que extraño, del recuerdo de tus caricias, de tu sabor cuando te corres sin avisar.
    Me despiertan, sí, tus arañas, que con esas patas alargadas y peludas, tan duras y frías como tu corazón, avanzan entre mis recovecos en tropel. Vientos víricos mueven mis ramas, y la dura serpiente, que no se enrosca pero escupe veneno, no sabe que ya no duermes conmigo, y sacia su hambre con los hombres sin rostro que aún yacen junto a mí.
     ¿Son tus días y tus noches suficientemente largos como para matarme sin esperar al mañana? Tendremos que conformarnos con las alimañas que en nosotros moran, y saborear esta libertad mal regada de nuestra distancia. A fuego lento se congela mi voluntad, ¿acaso no hueles la ironía?
    Mañana será demasiado tarde, o tal vez hoy ya lo sea. El huracán arranca la foresta seca y me purga de ti, y de ella, y de todo. Renace mi yermo y arrasa con todo a su paso. Mañana no crecerá nada en mí, bosque, porque he bebido la sal de tu piel apenas catada, sustituto de aquel alma entre cadenas. El geyser se hace lago, ay. Serenidad. Quietud.
     ¿Sabes cuándo el cristal es (o intenta ser) frío y cortante? Cuando está roto. Evadirás mis preguntas y yo evadiré ese rostro tuyo que no te atreves a mirar, y que niegas con una máscara de laca y celofán. Inhalo tu amnesia. Y es que las noches están hechas para decir cosas que no podrás decir en la mañana. El olvido te arropará y el conformismo será mi guía. Que pase rápido.