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6/28/2014

VI: Baúl o autobiografía

     Recuerdo dos abrazos a la cama del niño aún demasiado feliz.
     Recuerdo la vejez y cómo aprendí a amarla en una piel iracunda.
     Recuerdo la sangre brotando por la tormenta perpetua.
     Recuerdo un jarrón roto y lágrimas por la ausencia de color en el cielo.
     Recuerdo la eternidad y los repugnantes bocadillos de bacon.
     Recuerdo una mano en mi hombro y mil puñales en mi corazón.
     Recuerdo los ojos de la muerte y su leve caricia sobre mi espalda.
     Recuerdo soledad y a mis padres intentado sotenerme a cada lado de la jaula.
     Recuerdo unas cadenas que mi madre pintó de color viento por mí.
     Recuerdo el odio que precede al amor, y la indiferencia rodeándolo.
     Recuerdo al ave fénix oronda sin necesidad ya de fuego.
     Recuerdo un gozo injustificado, una frente enorme y un amigo solitario.
     Recuerdo esa sal dulzona en el aire que caía, o aún cae, por mí. 
     Recuerdo el destello rojo de una tarde de verano.
     Recuerdo mi garganta rajada y palpitante por deferencia a un diablo vestido de Prada.
     Recuerdo dos más dos, otros cuatro , y cómo la soledad se volvió melaza .
     Recuerdo un perro hiperactivo y un pez quasi inmortal.
     Recuerdo una hoja, un murciélago y un resquicio de vacío con sabor a colonia.
     Recuerdo un secreto inconfesable junto a  una bomba desactivada (o inactiva).
     Recuerdo ocho menos dos, nueve, y la conclusión de que las mates son para el insensible.
     Recuerdo las risas que trajeron una mirada de marihuana, el destello rojo y la alopecia.
     Recuerdo orlas quebradas por abrazos impotentes, y sonrisas de tristeza.
     Recuerdo una ventana junto a la puerta cerrada, y un mundo mío tras ella.
     Recuerdo erres, ninjas y obras que nunca debieron representarse.
     Recuerdo bes que suenan a efes, y labios con cicuta acercándose.
     Recuerdo ojos azules que no se veían y la fría calidez que encerraban.
     Recuerdo el calor muriendo y el miedo mordisquear mi oreja.
     Recuerdo subrayadores más profundos que el océano.
     Recuerdo la perfección misma bajando las escaleras mientras yo pescaba golondrinas.
     Recuerdo aquellos besos oxidados bajo la mirada de un dios inconsciente.
     Recuerdo navidades sin regalo y con despedidas que no merezco.
     Recuerdo ocho teclas y cuatro cuerdas que suenan a amistad.
     Recuerdo una ola americana que hizo correrse el maquillaje.
     Recuerdo un año que pasó como un día, y días que ojalá se repitieran por años.
     Recuerdo un amor que no era mío y una sentencia que me niego a dar.
     Recuerdo la euforia en el ojo del huracán tan cerca, quién volviera...
     Recuerdo un adiós pronunciado por unos labios ajenos.
     Recuerdo a un joven recordando sus pesadillas de rutina, melancolía y libertad.
     Recuerdo el futuro brillante y caluroso, con una inútil carga de gloria.
     Recuerdo el olvido frente a mí, y el tiempo a mis espalda.
     Sí, recuerdo, pero ya es tarde para ayer y aún pronto para mañana.