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1/31/2016

XXIX: Piezas

    Desparramado en la cama, triste puzzle, puzzle sucio. Me he creído esos cuentos de violencia y realidad que cantas, y la lluvia está calando en contra de mi voluntad. Yo te he creado pero las pesadillas de abstinencia y corazón azul no se van.
    Cuando la noche cae, has muerto de nuevo. Vuelvo a ser un títere, juega con mi corazón, que soy adicto. ¿Qué miras? ¿Quién eres? Te desangras y creas barreras con el rojo helado. Puzzle cruel, dime los nombres que nunca pronunciamos por miedo a rendirnos.
     Te he visto en el espejo y tus ojos me han dicho que mientes. Mátame, bésame, pero no te balancees sobre mi alma. Dime todo lo que no quiero oír con esa lengua opaca que ansía la nada. Gritaré sobre tu escala de grises porque sé que no te gusta. No me mires.
      No sé quién soy alrededor de tu cuello. El lastre de las páginas ya no me deja volar ni ungirte con mi alma. Puzzle roto, el sudor torpe y conforme de una tarde te ha contentado, ¿sabes que hay más debajo? Deja de señalarme en otra dirección y niégame mis deseos.
      Mi puzzle amargo, mi puzzle ambiguo, quisiera terminarte (o empezarte siquiera). No me hagas cerrar los ojos, aún es de día. Rompe la barrera de mi corazón y explícame por qué me quiebro en tu presencia, por qué mis manos se llenan de lodo. ¿Eres algo sino un reflejo de mi virtud e inicuidad?
     Sé que me olvidaste antes de encontrarte. Sé que debo cortar las cuerdas. Sé que aún extraño quién era, o creía ser. Tu alma no huele a cadenas, huele a destierro. Tanto espacio en la cama y estamos tan cerca... Vuelve a mí.

1/26/2016

XXVIII: La Bohemia (o cómo un cristal se cansó del espino)

    La noche se cierne sobre la fachada del viejo caserío. Dentro, quietud. La Bohemia recorre en silencio la estancia y observa a su paso. Mil relojes de cuco rotos en la entrada del salón con caras de mártires. Un marco barroco da paso al grito del río que, sin cauce, rezuma por las paredes y el techo. El pez ni se inmuta. En el cesto de la ropa sucia, los sueños de algún niño serán ahogados e incinerados (y es que las manchas salen mejor con fuego). Un chupito de tequila, dos para el diablo, sobre la mesa del comedor, y la carne del Salvador, Aleluya. El brillo del oro y el organillo de plata.
    Entra en su habitación sin llamar, vomita sobre el brillante parquet, y el suelo traga porque, ay inmaculado, está tan podido como ella. Una voz lejana la manda al infierno (no, al cielo) y entre carcajadas la Bohemia sale.
     Sabiéndose centro de la mirada de su padre, se postra de rodillas frente a la televisión con devoto silencio. En estático placer comienza a gritar su nombre, amantísima. Los gemidos hacen eco en las paredes, aunque no queda nadie para escuchar (excepto tal vez la paloma muerta del tejado, alguien debería limpiarlo).
    Paga la cuenta con absoluto recato, y una llama arde (ah, no, que es de plástico). En latín, lanza maldiciones: "a qué espíritu aspiras, si hasta tu luz es un artificio barato". Marca una equis sobre su corazón y se marcha.
    Dos extraños en un vagón de metro colisionan cráneos en impacto mortal. La Bohemia sonríe. A martillazos se filosofa mejor.

1/24/2016

XXVII: Viacrucis

     Míralos. Besa el dolor encarnado de tu suficiencia y escupe hiel. Rompe el espejo, ya no eres arte. Has olvidado ser arte. No lo necesitas (Stendhal en off). Escalada o clímax. Corta las cuerdas y caída libre.
      Míralos. ¿Recuerdas a qué sabía el placer cuando eras uno de ellos? ¿Recuerdas el regusto del odio? Arranca las gargantas con tus dientes y traga su sangre insípida. Báñate desnudo en sus vísceras, que el hedor impregne tu piel. El viento en tu cara. Siente el frío. 
     Míralos. La barrera ya no se quiebra. Crees en el amor, pero estás muerto. Quizá estés vivo, pero lo has olvidado entre rabia y melancolía. Ser subversivo no salva del destino. Dolor en el pecho. Estallido de vértebras.
     Míralos. Ten fe. Busca la fe. Abrázala. Reza por que no sea muy tarde. Lanzarte te hace humano, estrellarte te devuelve a la realidad, pero en la caída... En la caída eres eterno. Encefalograma plano. Oscuridad.

       
                       Dead men tell no tales.

1/17/2016

CATARSIS: Automatización de la imagen. Parte I

     Nado en un mar de espejos rotos. A cada braza, los reflejos de un pasado aún caliente me cortan. Sangro. La voz en off de la entereza me sugiere que cese mi avance masoquista. No la escucho.
     Temo la isla en el horizonte. ¿Acaso no soy solo un náufrago más, no sería más fácil seguir buceando entre cristal? La corriente aleja el pesimismo, y con ella, la razón.
     - (Soy un jarrón. Me quiebro. Me rompo. Me recompongo con el viento de levante. Vuelvo a caer.)
     Se abre el telón. Hay un viejo colchón en una habitación pintada de gris. La sangre impregna las sábanas y chorrea sobre el suelo de mármol, que dibuja el contorno de la lámpara de araña mortal que pende de un hilo. Dos puertas tapiadas, una de entrada y otra de salida. Un grito rompe el silencio, pero el árbol que cae en el bosque sin nadie alrededor tapa el sonido. El frío colapsa. Se cierra el telón.
    Mis noches solitarias se aferran a la idea de un mañana fugaz. Rompe el jarrón. Húndete en el mar.

1/05/2016

XXVI.2: "¿El hombre ha muerto?"

     Y el silencio hace mella. 
     La antítesis crea aristas, y entre barro, sangre y marfil nace el hombre, el desastre perfecto y bien formado a imagen de un Dios que no existe (¿qué esperabais?). Pero ¿y si la piel no pesa más que el alma? ¿Y si la antítesis no era sino el complementario? 
     Sobre sus hombros descansa el peso de la animalidad, la tradición y la imagen. ¿Puedes acaso amar, estatua de sal? Muerde entre bocanadas de placer sucio, y el temperamento rehuye las cadenas. ¿Eres simple o sencillo? ¿Ignoras que se te escapa la belleza o la dejas escapar? 
     Las inscripciones en la piedra limitan tu destino: si puedes vivir feliz, no vivas satisfecho. Ansias la claustrofobia, las ataduras, la moral, ¿y a qué aspiras cuando el fin ha acabado?  
     El cielo llora por ti, la historia te amarra. Tienes miedo y tu ira desenmascara una sangre transparente. Amas en estéreo. Pero el futuro es brillante, la escala de grises desarraiga el blanco y negro. Despierta por ti. Despierta por todos. 
      Un grito desesperado alcanza su otra mitad: "¡Venus, Eros, Eva!". Salvaos.

XXVI.1: "Matrem"

      "¡Venus, Eros, Eva!", un grito desesperado planea sobre la sombra de la existencia femenina, y sólo los poetas se paran a escuchar. 
     El primer término refiere a mariposas, a balbuceos, a belleza. Un embrujo inefable, de piel y alma, que conecta las mentes de todo lo que respira, vive y ve con ella. La mujer se perfila, los ojos son pozos profundos y nos hundimos en ellos. Caricias de esencia, suavidad. 
    Después viene el placer, o el deseo hecho cuerpo, el instinto que llama a la anarquía y el paroxismo carnal de sudor y  saliva. La animalidad despierta, y cualquier incauto (o incauta) corre a asirla con las dos manos, no vaya a ser que se derrame sobre otros. Furor de batalla, todos vencedores. 
    El trinomio se cierra (paradójicamente) con la vida, con el prototipo que otros pintaron por desidia con debilidad, dependencia, limitaciones. Y como siempre estuvo ahí, ahora hace acto de presencia, con cuidado y miedo, pero a cada instante más fuerte. 
   El grito en sí es una llamada, una luz de esperanza, un asidero de libertad. Olvidan. Pataleamos. Renacemos. Se colije que el amor es suficiente.