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7/05/2014

VII: Evanescencia

     - ¿Qué es el amor, padre? 
     Confieso que al principio no supe qué responder. Años y años de experiencia, acumulando toda la sabiduría que el mundo pudiera otorgar, y me quedaba en blanco ante tal pregunta. Inaceptable.
     Opté por la vía más sencilla.
     - El amor es aquello que hace del mundo un lugar apropiado donde vivir. Sin amor, sólo existiría odio entre las personas. 
     Arrugó la nariz. Era demasiado inteligente como para contentarse con eso.
     - ¿Y de dónde viene el amor?
     Podría haberle explicado la serie de complejas reacciones químicas que se dan en el cerebro, y cómo éstas provocan la secreción de las hormonas responsables de la euforia. Pero de nuevo, tomé el camino más fácil.
     - Del corazón, por supuesto. De ahí salen todos los sentimientos, incluido el amor.
     Por supuesto, sabía de sobra que dentro del corazón no había más que tejidos y sangre, pero captó el mensaje: no quería hablar del tema. Lentamente y con cierto recelo, asintió.
     Mientras salía por la puerta y se aventuraba en el pequeño jardín que su madre cuidaba con un esmero casi religioso, suspiré. El amor.
     Recordaba la última vez que me había enamorado. Tenía el pelo rubio y corto, la piel nívea y la mirada de alguien que aún sabe muy poco de la vida. Como los mejores romances, el nuestro fue fugaz e intenso.
     Por aquel entonces, yo era un jovenzuelo apasionado y, por qué no decirlo, francamente atractivo.      Ahora el tiempo o la sabiduría habían hecho de mi rostro algo extraño de contemplar. Si puedes apartar la mirada rápido, lo haces. No culparía a nadie por no mirarme siquiera. 
     Y después de tres o cuatro enamoramientos, no sabía (ni sé) nada del amor.
     Para los que sepáis menos que yo de este sentimiento, tal vez os parezca que me he enamorado pocas veces. A vosotros, que buscáis el amor en los posos del café, quiero deciros que nunca habéis amado de verdad.
     Yo, sin embargo, puedo afirmar y afirmo que amé mucho, quizás demasiado. Tal vez es lo que pasa cuando apartas algo de tu vida, que aparece más que antes.
     ¿Y qué me queda ya? Recuerdos e ignorancia. No me arrepiento, no me malinterpretéis, pero me gustaría conservar algo más. Un beso o una caricia estarían muy bien. Pero de poco sirve llorar lo perdido, al menos lo tuve alguna vez.
     Ah, y el dolor. Tengo recuerdos, ignorancia y dolor. Aunque tampoco me quejo, el dolor es tan de estar vivo como todo lo demás. Quizás más.
     Dicen, los ajenos, que amar es sufrir. Nada más lejos de la verdad. El sufrimiento viene después, igual que la oscuridad se genera con la luz. ¿Qué sería de los sabios si no viviéramos de extremo en extremo? Tal vez fuésemos corrientes. O tal vez precisamente los extremos sean lo corriente y ellos sean los equivocados.
     Sea como fuere, sabios o prudentes, ninguno sabemos nada del amor. Al menos, no sabemos expresarlo con palabras. Pretendemos hacer tangible y universal algo tan íntimo como es el amor. ¿Y si la conclusión es que nuestro problema es que no amamos por tratar de definir qué es el amor? Gracioso. 
     Entonces suspiré de nuevo y me levanté . No había sabido hasta entonces qué era el amor, y mi vida había sido plena. Los capítulos abiertos son los más interesantes, pensé. Y me aventuré en el pequeño jardín con la vida de la mano.