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8/31/2014

X:Confesión del ángel caído y realzado (o metástasis de mi sentimiento)

     Lo malo de caer no es la caída. Lo malo de caer es lo que te espera debajo.
     La dignidad perdida se burla de mí. Iluso de mí. ¿Soy feliz? ¿Soy útil? Cuanto más me cuestiono, más me oprime la soga en mi cuello, más me pesan las cadenas.
     ¿Pero tengo derecho a quejarme? Por qué busco agua si nunca he bebido, por qué rehuyo el dolor si es todo lo que tengo. Miento al decir que existo, y soy vanidoso por pretenderlo. ¿Tengo derecho a llorar? No lo creo.
     A mi espalda se apilan los cadáveres emocionales que dejé; ante mí, los que aún no he dejado. Yo no los maté, pero es culpa mía. Casi puedo tocar sus rostros. Los extraño.
     Me miro al espejo y veo luz, veo color, pero al cerrarlos todo es negrura. Me atraganto con mi alegría espesa, y la melancolía por lo que nunca tuve no se aparta de mi lado. ¿Por qué caigo, por qué siempre he caído?
     Miro hacia abajo y la veo en vuestros pedestales, todos igual de grises. ¿Por qué vosotros permanecéis estables mientras yo sigo precipitándome al vacío? Puede que el mundo se tambalee, y vosotros con él. Puede que brillar sea el orgullo y la maldición. La perspectiva siempre fue una ramera implacable.
     Pero no soy el único. Os veo a lo lejos, tan distantes... Tal vez encuentre algún día alguien con quien caer. Je, los grises y los cadentes, ¿cuáles son mejores? Rendirse suena fácil, pero nunca es para siempre. Al menos no para nosotros.
     Me rodeo de mis semejantes, intento aliviar esta angustia, pero al cerrar los ojos la negrura, con su soledad, sigue ahí. La nada me da náuseas. Y desgraciadamente muerte no alivia al inmortal, sólo al ingenuo. Soy demasiado sabio como para ser ingenuo, pero me siento tan ignorante...
     Maldita sea, no debí nacer ahora. He venido tarde, y ni la gloria ni la fortuna aliviará eso. Y estoy demasiado cansado como para dejarme llevar. Las risas vanas y los libros vacíos valdrán de analgésico hasta que obtenga  independencia de la vida que me habéis dado y yo no quería. Y entonces empezaré yo a escribir mi capítulo.
     Hasta entonces, el cielo abre las puertas del infierno, y la caída sigue.


8/19/2014

IX:Cuando la sangre se torne ambrosía y el placer se ahogue en un vaso de agua

     Empiezas a soñar.
     La piedra roza suavemente a la piedra. Produce un ruido seco y susurrante, y sientes las chispas en tu piel.
     El viento sopla junto a tu oído, y tu mente se llena con promesas de silencio y pureza. El fuego se aviva.
     Arropas la tierra con aliento y humedad. Tus ojos entreven formas difusas en la oscuridad, y sientes un cosquilleo en la nuca.
     Un alfiler en la espalda. La sangre que mana acaricia tu cuerpo, cálida, agradable, bañando cada resquicio de tu ser. Expiras.
     Un tímido sauce brota abruptamente de la tierra húmeda. Las ramas caen suavemente sobre ti y las raíces te abrazan sin pedir permiso, inmovilizándote. Pero tú no quiere moverte.
     Las raíces buscan frenéticamente tu agua, y cuando la encuentran sientes una oleada de ardor helado que consume tu ser.
     Bebe ávido, cada vez más profundo, y el fuego se ceba en tu carne. La promesa de silencio se quiebra.
     El olor suave y dulzón del ambiente recorre tus fosas nasales y sacude tus entrañas mientras tú ardes. Sientes como el fuego te purifica y te imbuyes por completo en él. 
     El río se desborda, la corriente termina por carbonizarte. El tiempo se detiene en un segundo glorioso.
     Intentas escapar del mortal abrazo, pero lo acercas más a ti. Cierras los ojos y gritas hasta quedarte sin aire.
     El sueño se aleja de ti, dejándote cansada, pero satisfecha. Sientes cómo la riada, ya en calma, te mece, y te rodea la más dulce oscuridad.
     Y despiertas.


8/17/2014

VIII: La historia de la bilis que se congeló por inanición y el hombre que cambió su alma por piedras

     Hemos heredado un mundo caducado.
     Cuando la belleza dejo atrás el ideal y se volvió de oro, el saber se hundió en un océano de falsa verdad, bien cruel y vana felicidad. Curiosa estampa.
     Y nosotros, imbéciles de nosotros, nos dejamos engullir por la marabunta y empezamos a aburrirnos de ser. ¿Para qué quitarnos la venda de terciopelo? Se está tan bien aquí, flotando...
     ¿Pero qué hacer un tiempo en que la risa es tu enemiga y las mariposas en el estomago te devoran por dentro? Si cuando nos enseñaron a sentir, nos hicieron insensibles de por vida... 
     Mientras, un dios absurdo juega a los dados con nuestras cabezas. ¿Por qué no podemos (o no queremos) ver los hilos que guían sus pasos, si brillan como el oro? A veces me pregunto si los ángeles lloran.
     Las risas llanas surgen de las entrañas de mi hogar, como la sangre que brota de la herida tras arrancar la postilla. Como un juego macabro, en el que el primero que aparta la mirada, pierde.
     ¿Quién es el culpable? Tal vez todos los que no luchamos por cambiarlo, aun sabiéndolo. ¿Pero para qué? Es el viejo quid pro quo: cuanto más lo apuñalamos, más fuente sangramos.
     Ojalá la resignación no sea el único arma que nos quede, porque apunta hacia nosotros. Y se acerca el momento de disparar.