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10/07/2015

XXII: Diario de un asceta pseudosocial

1
     Cuando abro los ojos, el mundo real se ha desvanecido. Soy eidos, puro y perfecto, y mi planteamiento existencial también es perfecto. Soy Dios. Soy todo. Entonces vuelvo a cerrarlos, y la esencia me arrastra.
2
      Me despierto en una sala blanca, inmácula, que parece no tener fin. A mis lados, estatuas albas escrutan cada movimiento. Avanzo con cautela, y noto sus miradas clavadas en mí. ¿Acaso juzgan? Parecen tan bellas, tan puras...
3
      Llevo horas deambulando, y el paraje no cambia. ¿Estoy dando vueltas en círculo? ¿O realmente ando en fractal? El tedio empieza a agarrotar mi mente, y me hace delirar. ¿Acaso una de esas figuras se ha movido? Lo dudo.
4
      Hace rato que dejé de caminar. Ahora estoy tumbado en el suelo, demasiado cansado como para intentar avanzar siquiera; es inútil. Dejarme llevar por la quietud parece la única opción. Mientras, esos monigotes blancos siguen mirándome. ¿Acaso se ríen de mí ?
5
       Empiezo a arañar el suelo debido al sopor y la rutina, y hago un descubrimiento (quizá no tan) sorprendente. La blancura es falsa. La fugaz apariencia la crea una fina capa de papel, que se elimina fácilmente una vez descubierto. Bajo él, todo es cristal negro, frágil, resbaladizo. Serendipia.
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Cruzo la barrera. 
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6
     Al quitar el papel de las estatuas, descubro que dentro de algunas hay un espejo. Me asomo a una, y entreveo una mancha difusa. Me asomo a otra, y diviso mi figura. Comprendo que, aunque parecidas, no todas eran iguales: es cuestión de nitidez.
7
      En los espejos, la imagen reflejada es la de una estatua. La sangre hierve: soy uno de ellos. Lloro por el descubrimiento, y empiezo a derribarlas, pero no se quiebran (¿acaso no tenemos la misma dureza?). Trato entonces de ignorarlas, ¿pero acaso al cristal le importa?
8
      Se mueven. Muy lentamente, pero lo hacen. Estaba tan obcecado en mí que no me percaté. Intento ayudarlas a avanzar más rápido, pero no consigo moverlas. Ah, son ciegas. La angustia me embarga. ¿De qué sirve ser el más brillante, si nadie puede verlo más que tú?
9
     Encuentro papel blanco, y me cubro con él. Ahora me ven, por fin, puedo avanzar con ellos. Ah, pero resulta que todas sus cubiertas no son iguales, como había supuesto al principio. Me río. Somos marionetas en matices de blanco.
Es necesario.
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0
      He renacido. Ahora entiendo que, aunque puro, mi ser no es sólo trascendente, la inmanencia me reclama. La dialéctica me hizo avanzar, pero la estética me hizo integrarme. Llego a la conclusión de que los prejuicios son inevitables, y no puedo huir de ellos. Fijo el objetivo en el cielo y me dejo arrastrar hacia los infiernos. Divina comedia, ésta.

10/02/2015

XXI: Del machismo y otros cuentos

     Abriendo el ya desfasado y polvoriento libro de injusticias, contemplamos aliviados que hemos marcado un punto y aparte, que se ha alcanzado el statu quo, y el tiempo para cuentos de hadas se ha agotado. Iba siendo hora, ¿no?
     Y es que Venus ha soltado las cadenas, y sus hijas se rebelan; y es que Marte ha bajado del cielo, y se sienta a contemplar. Ahora, la vida está para vivirla y ¿acaso alguien puede juzgar qué vivir?
     "Quién necesita a un príncipe", dice Cenicienta con sus botas de cuero,  mientras Blancanieves cambia una manzana por el cuello de la misma. Vamos, atreveos a decirles que no es bello.
      Y ahí está Rapunzel, rapada al cero para no quedarse encerrada de por vida en su torre de estereotipos, y que ahora nos mira altiva desde su mecedora en la luna. El gallo de los (no tan) huevos de oro va comprendiendo que para ganar, hemos de hacerlo todos juntos.
      Que ya no se necesitan espejos mágicos para ser la más bella, que hemos resurgido. Adelante, arpías, no os temen. Ya no. "Madre, no llores, que ya es tiempo de alegría. Madre, no llores, que el sol ha salido."
       Incluso Dios se ha postrado bajo el peso de las princesas de República, mientras los príncipes se montan una orgía. Estamos ganando terreno, la humanidad se expande (y eso del género ya ha degenerado).
    Y no obstante, aún perduran los reyes malvados y las madrastras crueles. Porque el yugo es fácil cuando lo lleva otro. Porque en la época en la que sólo vistiendo de rojo tememos a los lobos, el hombre toma el relevo.
    Necios, naced y percataos de qué hay delante de vosotros. El "si no lo veo no existe", y otras tantas justificaciones prejuiciosas nos han llevado al miedo a nuestra propia piel. Rezagados, dejaos llevar, porque el cambio compensa.
    Por suerte, la mayoría no nos fiamos de las brujas con casas de caramelo, no nos fijamos en las etiquetas regurgitadas de la tradición. Y esta vez, señoras, señores, no hay moraleja, porque la historia no ha hecho más que empezar.