A ver, aquellos que os ahogáis en la bruma de la inconsciencia, ¿por qué no os laváis la cara y hablamos un poco?
Lamento anunciar que el momento idóneo para no saber queda atrás, y sin embargo aquí seguís. Las gafas tintadas ya no protegen vuestra ceguera de burlas y abucheos.
Pero al fin y al cabo, eso es lo que nos queda. El sabio es un traidor, y el ignorante un iluso. Traidor porque aún hay ignorantes. Iluso porque los hay más sabios.
¿Y quién es el sabio, el que rechaza la turba o el que se deja engullir? Si ya escriben libros hasta las piedras.
En vuestra defensa, diré que amar no es imposible, es improbable. Las cuentas no cuadran cuando hablamos de sentimientos, y eso es una ventaja aplastante.
Lo que habría que hacer es dejarse de tonterías y apuntar antes de abrir la boca. Que hace mucho calor para enfriar los ánimos.
Y mientras, el barbudo en su cruz de palo, el burro con pistola y la femme fatale vestida de carmín juegan al póker con nuestras cabezas. Pero la banca siempre gana.
La conclusión es que lo que no engorda, mata.
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