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11/14/2015

XXIV: Apatía

     Una noche, el miedo tomó la guadaña y segó vidas. Una noche, la gran madre patria apagó sus luces a la pérdida. Una noche, Dios lloró. Nuestras almas vuelan lejos, pero ¿a dónde huir si el enemigo somos nosotros mismos?
     Las palabras edulcoradas y amarillas que calan, la magnífica capacidad de ignorar por desidia y tragar la pastilla y el pintar la sangre del color del pasado nos harán arrastrar las cadenas de la pérdida. La guerra viral radicaliza ideas y como estamos ciegos, nos podrimos.
     La mente susurra a gritos. El odio es fácil. La negrura nos rodea, y nosotros, impotentes y aterrorizados, solo podemos mirar para otro lado. ¿Desde el palco se ve bien, presidente, o necesita otra venda?
     Alguien grita y el ruido sordo se hunde en las opiniones blandas. ¡Es la civilización, congratúlense! ¿Dónde está el ser humano? ¿Dónde el monstruo que creamos? El espejo alberga una respuesta.
     Patalead, convertíos en bestias de emoción y ternura. A la guerra no se gana o se pierde, sólo se sobrevive. ¿Sobreviviremos a la comodidad? Europa, afloja las cadenas y danos un libro, que el rebaño sigue bien, pero muere fácilmente.
     Que la bruma del tiempo no conviertan las montañas en islas lejanas, que nuestros labios no evadan el amargor de la sangre. Que el mundo no olvide los estragos del terror. Que amanezca en el cadáver de la sociedad.

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