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1/05/2016

XXVI.1: "Matrem"

      "¡Venus, Eros, Eva!", un grito desesperado planea sobre la sombra de la existencia femenina, y sólo los poetas se paran a escuchar. 
     El primer término refiere a mariposas, a balbuceos, a belleza. Un embrujo inefable, de piel y alma, que conecta las mentes de todo lo que respira, vive y ve con ella. La mujer se perfila, los ojos son pozos profundos y nos hundimos en ellos. Caricias de esencia, suavidad. 
    Después viene el placer, o el deseo hecho cuerpo, el instinto que llama a la anarquía y el paroxismo carnal de sudor y  saliva. La animalidad despierta, y cualquier incauto (o incauta) corre a asirla con las dos manos, no vaya a ser que se derrame sobre otros. Furor de batalla, todos vencedores. 
    El trinomio se cierra (paradójicamente) con la vida, con el prototipo que otros pintaron por desidia con debilidad, dependencia, limitaciones. Y como siempre estuvo ahí, ahora hace acto de presencia, con cuidado y miedo, pero a cada instante más fuerte. 
   El grito en sí es una llamada, una luz de esperanza, un asidero de libertad. Olvidan. Pataleamos. Renacemos. Se colije que el amor es suficiente.

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